jueves, 14 de mayo de 2015

Anahi. ceibo en flor

En las riberas del río Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, pero dueña de una voz angelical, llamada Anahí. En las tardecitas de verano deleitaba a toda su tribu con canciones inspiradas en sus dioses y en el amor a la Pachamama.
Pero un día, llegaron los invasores y con ellos la crueldad. Esos seres de piel blanca les arrebataron sus tierras, sus dioses y lo más inaudito...su libertad.
Anahí fue capturada para servir como esclava. Pasó mucho tiempo llorando y en vigilia. Cierta noche uno de los soldados quiso aprovecharse de su inocencia. Ella para defenderse le clavó un puñal en el pecho y huyó.
El grito del moribundo despertó a los demás españoles, que salieron en su persecución. Una persecución que se convirtió en cacería.
La atraparon y la sentenciaron a morir en la hoguera. La ataron a un árbol y le prendieron fuego. Algo extraño sucedió, las llamas parecían no querer tocar a la doncella que sufría en silencio. Cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificán
dose con la planta en un asombroso milagro.
Ala mañana siguiente, los soldados se encontraron con un hermoso árbol de hojas verdes relucientes y flores rojas aterciopeladas que se mostraba en todo su esplendor, como símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento y la injusticia.

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