"Lo que la oruga llama el fin del mundo, el maestro llama la mariposa".
Cuenta
la leyenda que, hace mucho tiempo, en un lugar lejano y aislado, una
mujer cuyo marido había muerto hacía poco parió unos mellizos.
Aquel
fue un gran acontecimiento para el pueblo en cuestión, pues además de
ser algo extraño en aquel lugar, se consideraba que los mellizos daban
buena suerte si se llevaban bien, y mala si se llevaban mal. Los
habitantes del lugar dieron gracias al cielo cuando, unos pocos años
después, comprobaron que los mellizos, Anabella y Marco, se llevaban
realmente bien... demasiado bien.
Quince años después del
nacimiento de los mellizos, su madre los encontró en un granero,
besándose apasionadamente. Entre lágrimas, la pobre mujer escuchó cómo
ellos trataban de justificarse, para acabar admitiendo que se amaban
desde siempre.
Su madre sabía que todos los habitantes del lugar les
harían cosas horribles a sus hijos si se enteraran, por lo que calló, y
no le pesó, pues adoraba a sus hijos y comprendía su amor.
Pero, poco después, alguien les delató. Nadie supo nunca quién fue,
aunque muchos sospecharon de un joven llamado Peter, que estaba
perdidamente enamorado de Anabella.
Nada más ser difundida, la
noticia corrió como la pólvora, y pronto lo supo todo el pueblo. Todos
sus habitantes fueron a buscar a los mellizos a su casa, y los ataron a
postes de madera. Entonces los prendieron para que se quemaran vivos,
entre las súplicas de los jóvenes y los sollozos de su madre.
Aquella misma noche, la pobre mujer, que seguía frente a los postes,
llorando a sus hijos, observó llena de asombro como las cenizas de los
mellizos eran elevadas por un viento salido de la nada, y de pronto,
estas se convirtieron en mariposas negras, que volaron alrededor de la
mujer, mientras que las voces de sus hijos le susurraban palabras de
consuelo.
Desde entonces, se dice que los mellizos, encerrados en el alma de las
mariposas negras y con la voz del viento, ayudan a los amantes que se profesan un amor prohibido.
La mariposa negra, que hace su aparición sólo unos pocos meses al año,
es un símbolo de mala fortuna y una advertencia de malos tiempos por
venir. Pero el peor error que puede cometerse respecto a ella es
matarla: quien mata a una mariposa negra tiene sus semanas contadas.
Según la otra versión de la historia, la mariposa negra invita, con sus
constante revoloteo en torno a la persona a cuestión, a ésta a seguirla a
las profundidades del campo, en donde tiene lugar una extraña metamorfosis a través de la cual la mariposa aumenta de tamaño en materia de segundos y devora al infortunado seguidor.
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