viernes, 17 de marzo de 2017

MARIPOSA NEGRA

 "Lo que la oruga llama el fin del mundo, el maestro llama la mariposa".

Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo, en un lugar lejano y aislado, una mujer cuyo marido había muerto hacía poco parió unos mellizos.
Aquel fue un gran acontecimiento para el pueblo en cuestión, pues además de ser algo extraño en aquel lugar, se consideraba que los mellizos daban buena suerte si se llevaban bien, y mala si se llevaban mal. Los habitantes del lugar dieron gracias al cielo cuando, unos pocos años después, comprobaron que los mellizos, Anabella y Marco, se llevaban realmente bien... demasiado bien.
Quince años después del nacimiento de los mellizos, su madre los encontró en un granero, besándose apasionadamente. Entre lágrimas, la pobre mujer escuchó cómo ellos trataban de justificarse, para acabar admitiendo que se amaban desde siempre.
Su madre sabía que todos los habitantes del lugar les harían cosas horribles a sus hijos si se enteraran, por lo que calló, y no le pesó, pues adoraba a sus hijos y comprendía su amor.
Pero, poco después, alguien les delató. Nadie supo nunca quién fue, aunque muchos sospecharon de un joven llamado Peter, que estaba perdidamente enamorado de Anabella.
Nada más ser difundida, la noticia corrió como la pólvora, y pronto lo supo todo el pueblo. Todos sus habitantes fueron a buscar a los mellizos a su casa, y los ataron a postes de madera. Entonces los prendieron para que se quemaran vivos, entre las súplicas de los jóvenes y los sollozos de su madre.
Aquella misma noche, la pobre mujer, que seguía frente a los postes, llorando a sus hijos, observó llena de asombro como las cenizas de los mellizos eran elevadas por un viento salido de la nada, y de pronto, estas se convirtieron en mariposas negras, que volaron alrededor de la mujer, mientras que las voces de sus hijos le susurraban palabras de consuelo.
Desde entonces, se dice que los mellizos, encerrados en el alma de las mariposas negras y con la voz del viento, ayudan a los amantes que se profesan un amor prohibido.
La mariposa negra, que hace su aparición sólo unos pocos meses al año, es un símbolo de mala fortuna y una advertencia de malos tiempos por venir. Pero el peor error que puede cometerse respecto a ella es matarla: quien mata a una mariposa negra tiene sus semanas contadas.
Según la otra versión de la historia, la mariposa negra invita, con sus constante revoloteo en torno a la persona a cuestión, a ésta a seguirla a las profundidades del campo, en donde tiene lugar una extraña metamorfosis a través de la cual la mariposa aumenta de tamaño en materia de segundos y devora al infortunado seguidor.

sábado, 11 de marzo de 2017

EL CABALLERO CISNE

En la ciudad de Cleves, la duquesa Elsa quedó viuda. Además de la inmensa tristeza por haber perdido a su compañero, la angustia se apoderó de ella cuando un vasallo de su difunto esposo reclamó para sí el ducado.
Ese hombre llamado Telramund, arrogante y osado, pidió en matrimonio a Elsa alegando que esa era la única manera de que ella pudiera seguir ostentando el título de duquesa.
Elsa suplicó a los caballeros del ducado que la ayudaran a derrotar a Telramud. Pero éste, lejos de amedrentarse, desafió a todos a medir sus fuerzas en un combate.
Llegó el día de la prueba, y Elsa,vestida de luto y con el alma acongojada pero con porte digno, apareció en la explanada del castillo donde esperaba la multitud y los caballeros blandían sus lanzas y lucían sus brillantes armaduras.
Entonces, el malvado Telramud se presentó ante el pueblo y tomando la mano de Elsa, arengó a los soldados para que obtuvieran a la bella viuda y con ella, al ducado. Sus seguidores rompieron en aplausos, mientras que la multitud que presenciaba el espectáculo, compadeció a Elsa.
Ningún valiente se presentó para el combate cuerpo a cuerpo. Telramud, convencido de su victoria, repitió el desafío dos veces más. Elsa, desesperada, sintió que su mindo se desplomaba.
Todas las miradas estaban clavadas en la duquesa que rezaba con los ojos llenos de lágrimas. En el momento en que la cruz de oro comenzó a temblar entre sus manos, una pequeña barca apareció navegando en el río. Una extraña y hermosa barcaza arrastrada por un cisne blanco, y en ella un apuesto caballero.
Al llegar a la orilla, el caballeró bajó de la barcaza ante el asombro de los espectadores allí reunidos. En su mano blandía una poderosa espada. Con una simple señal del caballero, el cisne abandonó la orilla y continuó navegando por el río abajo hasta desaparecer.
El extranjero avanzó con paso firme hasta llegar a la asamblea. Allí presentó sus respetos a los presentes y se arrodilló frente a la duquesa. Volviéndose hacia Telramund le dijo que aceptaba el reto.
El combate comenzó, las espadas de los contrincantes lanzaban chispas cortando el aire. Telramund, furioso por la intromisión del extraño caballero.
La lucha pareció durar una eternidad, pero finalmente se impuso la destreza del extranjero que con una estocada certera le atravesó el corazón al traidor.
La explanada entera estalló en un grito de algarabía.
Lohengrin, así era el nombre del caballero cisne, le rogó a Elsa que se casara con él. Ella aceptó feliz. Y el sentimiento que había comenzado como gratitus se convirtió en un amor apasionado.
En el día de la boda, Lohengrin le pidió a Elsa que le hiciera una misteriosa promesa, una promesa que debía cumplir pasase lo que pasase. Jamás debía preguntarle su nombre ( de hecho la joven no lo sabía). A Elsa  le pareció justo, dado que su futuro marido le había otorgado la libertad.
Pasaron los años, ellos fueron muy felices y de su unión, nacieron tres hijos.
Pero un nefasto día, Elsa empezó a preguntarse por el linaje de su marido. Le entristecía que sus hijos nunca pudieran llevar el apellido de su padre.
Nada más salir la pregunta de los labios de Elsa, Lohengrin con el rostro descompuesto, abrazó tiernamente a su esposa y sin decir palabra abandonó el castillo.
Mientras Elsa lloraba sin consuelo, Lohengrin llegaba a la orilla del río. Con dolor hizo sonar un cuerno de plata y al instante, apareció la barcaza que lo había traído años atrás. El cisne blanco que lo conducía se deslizó suavemente hasta el caballero. Este subió al bote y desapreció para siempre.
Poco tiempo después, elsa murió de pena.

jueves, 9 de marzo de 2017

ANGELES ITINERANTES

Cuenta la leyenda que dos ángeles, disfrazados de peregrinos, hicieron noche en el hogar de una familia pudiente.
Sus integrantes eran de mala ralea, groseros al punto que hospedaron a los viajeros en el sótano en lugar de la habitación de huéspedes.
Cuando hicieron sus camas en el piso de piedra, el ángel más viejo vio un agujero en la pared, y lo reparó.
El ángel más joven, sorprendido, le preguntó por qué lo hizo. El otro le respondió:
"Las cosas no siempre son lo que parecen"
La noche siguiente los peregrinos se hospedaron en un hogar muy pobre, pero el matrimonio de granjeros fueron sumamenye hospitalarios.
Después de compartir una magra cena, los esposos dejaron dormir a los ángeles en la cama de ellos para que estuvieran cómodos.
Cuando el sol anunció un nuevo día, los ángeles encontraron al granjero y a su mujer acongojados. Su única vaca, de la cual obtenían dinero por su leche, yacía muerta en el campo.
El ángel joven, ofuscado, preguntó a su compañero por qué permitió que sucediera semejante desgracia.
_ El hombre primer hombre tenía todo y lo ayudaste. La segunda familia tenía poco y lo compartió todo con nosotros...¡y dejaste morir a su única vaca!
_ Las cosas no son lo que parecen _ respondió lacónicamente. Luego le explicó.
_ Cuando permanecimos en el sótano de la mansión, noté que había oro en ese agujero de la pared. Puesto que el propietario era tan avaro y poco dispuesto a compartir su buena fortuna, sellé la pared para que jamás la encuentre.
Ayer por la noche, cuando dormimos en la cama de los granjeros, la muerte vino por su esposa. Le dí la vaca en lugar de ella.
Has visto compañero, "las cosas no siempre son lo que parecen".

lunes, 27 de febrero de 2017

EL BESO DE LA LUNA

El joven Endimión solía dormir desnudo en una cueva, y en las noches cálidas lo hacía fuera de la cueva.
Desde allí podía observar el rostro puro de su amada Selene, la luna.
Ella era ajena a los sentimientos del muchacho hasta que una noche estrellada lo descubrió tendido sobre una manta en la entrada de la cueva. Admiró su espléndida desnudez quedando perdidamente enamorada de él. Permaneció a su lado haciéndole compañía sin él enterarse.
Endemión la amaba de día y Selene, por las noches.
Cierta vez, mientras Selene, embelesada, velaba su sueño, él despertó.
¡Cuán grata fue la sorpresa de hallar a su amada cerca de su corazón!. Desde ese instante la pasión no los abandonó. Cada noche era un ritual de besos y caricias que los transportaba a un mundo mágico teñido de sensualidad.
Endemión comenzó a envejecer, en cambio Selene, no. Se negaban a que la Muerte los separara. Aturdidos y preocupados recurrieron a Zeus.
El poderoso dios los ayudó hechizando a Endemión: durante su sueño no envejecería. Sólo podía despertar en el momento que Selene lo visitara. Y así, gracias a este ardid pudieron amarse durante toda la eternidad.


domingo, 9 de agosto de 2015

Una de terror...LA TIMIDA CAPERUCITA

Las sombras de la noche, como un manto de terciopelo, cubrían el bosque.
Por un sendero serpenteante, a paso lento, avanzaba una joven embozada en una capa roja.
El miedo y el frío la hacían tiritar. Aunque la solidaria luna, le indicaba la dirección correcta que debía tomar; ella, perpleja y confundida, una y mil veces tomaba la ruta errada.
Frustrada, se desplomó sobre una roca. Como de costumbre, el bosque la seducía y la amedrentaba; la excitaba y la paralizaba. El viento y su música macabra, la invitó a una danza mágica que le robó el aliento.
De pronto, un ruido apenas perceptible, la alertó. Alguien se acercaba.
_ ¿Qué haces aquí sola y a estas horas?_ un hombre corpulento la sorprendió con su inesperada aparición.
_ Simplemente me extravié_ respondió desconfiada.
_ Me dirijo a mi choza, no está lejos, si lo deseas puedes pasar la noche allí. No temas, soy el guardián de estos bosques. Te acompaño y luego continúo con mi ronda de vigilancia. Pasamos por tiempos violentos, ¿sabes?.
Con una sonrisa tímida transigió ante el amable ofrecimiento.
Al llegar, el hombre le preparó un té. Ella lo aceptó agradecida.
_ Es peligroso que una jovencita hermosa transite por estos bosques sin protección tan entrada la noche. En el pueblo cuentan sobre la existencia de una criatura feroz, un lobo quizá_ le guiñó un ojo con astucia_ nadie lo sabe...Se alimenta de las entrañas de aquellos desprevenidos, que desorientados se pierden en el bosque.
La mirada amenazante del guardebosque la perforó. Un sudor frío le recorrió el cuerpo. El corazón comenzó a latirle con una fuerza singular. Sintió un agudo dolor en sus extremidades...
_ Si tienes miedo puedo quedarme. 
Se acercó a ella con lascivia. Cuando intentó someterla, un ser aterrador saltó sobre él, clavando los filosos colmillos en su cuello. Murió desangrado.
En un rincón de la choza, apenas iluminada por el fuego de la chimenea, la dulce Caperucita, con apetencia golosa, se saboreaba los dedos impregnados de sangre de su desconcertado atacante.

miércoles, 5 de agosto de 2015

EL MENSAJE EN EL ROBLE

Tres muchachos y tres muchachas se dirigían a Florida; subieron al micro con sandwiches y gaseosas, mientras soñaban con playas doradas a medida que la niebla y el frío de Nueva York quedaban atrás. En el camino hacia el sur empezaron a notar la presencia de un hombre enjuto. Estaba sentado frente a ellos, vestido con un traje común que le sentaba mal y sin que ninguna expresión le animara su rostro cubierto de polvo. Su edad era incierta.
Era ya entrada la noche cuando el micro se detuvo frente a un restaurante al costado de la ruta, en los alrededores de Washington D.C. Todos los pasajeros bajaron, menos el hombre.
Los jóvenes comenzaron a pensar en él, tratando de imaginar quién sería: acaso se trataba de un capitán de navío retirado, de alguien que huía de su esposa o de un viejo soldado que retornaba a su hogar.
Cuando volvieron al vehículo, una de las muchachas se sentó a su lado y se presentó.
_ Vamos a la Florida_ le dijo con entusiasmo_ He oído decir que es muy hermosa.
_ Lo es_ repuso él en voz baja, como si recordara algo que había tratado de olvidar.
_ ¿Quiere un poco de vino?_ le ofreció ella.
El hombre sonrió, bebió un sorbo, dio las gracias y se recogió nuevamente en el silencio. La chica volvió con sus amigos, y el hombre comenzó a cabecear.
A la mañana siguiente la muchacha se sentó  junto al hombre otra vez, y al caba de un rato de conversación, él decidió contarle su historia. Muy serio le dijo que había pasado los últimos cuatro años en una prisión de Nueva York, y que en ese momento regresaba a su hogar.
_ ¿Es usted casado?
_ No lo sé.
_ ¿No lo sabe?
_ Verá usted...Desde la cárcel le escribí a mi esposa y le dije que iba a estar ausente mucho tiempo, que si ella no podía soportar la situación, si los niños insistían en hacerle preguntas, si sufría mucho...en fin, que podría olvidarme. Yo lo comprendería. "Consíguete un nuevo compañero", le dije, "y no pienses más en mí". Ella es una mujer admirable, realmente fuera de lo común. Añadí que no necesitaba escribirme. Y no lo hizo; no recibí una carta suya en tres años y medio.
_ ¿Y va usted a casa ahora sin saber nada de ella?
_ Sí_ repuso con tristeza_ La semana pasada, cuando estuve seguro de que me concederían lbertad condicional, le escribí una carta. Hay un gran roble a la entrada del pueblo donde vivimos. Le dije que si estaba dispuesta a recibirme otra vez, pusiera un pañuelo amarillo en el árbol; entonces yo bajaría del ómnibus e iría a casa. Si ya no me quería, no tenía que poner el pañuelo amarillo y yo seguiría mi camino.
_ ¡Ah!_ exclamó la muchacha.
Fue a contar la historia a sus compañeros y pronto todos rodearon al hombre mientras se acercaba a su pueblo. El les mostró fotos de su esposa y de sus tres hijos. Ella era bella en su sencillez, y los rostros de los niños apenas se distinguían, arrugadas y descoloridas de tanto mostrarlas.
Para entonces se hallaban a 30 km del pueblo, y los jóvenes se acomodaron junto a las ventanillas de la derecha, en espera de ver aparecer el roble.
De pronto el ambiente se puso sombrío, lleno del silencio de la ausencia y los años perdidos. El hombre dejó de observar; su rostro se endureció con la expresión del ex presidiario, como si se dispusiera a afrontar un nuevo desengaño.
Faltaban 15 km para llegar, y luego, sólo 10. De repente todos se levantaron de los asientos, exaltados. Todos, menos el hombre.
Estupefacto, vio entonces el roble. Estaba cubierto de pañuelos amarillos_ 20, 30 o quizá cientos de ellos_ que ondeaban al viento como banderas de bienvenida.
Mientras los muchachos lo felicitaban a gritos, el viejo ex presidiario se levantó del asiento y caminó hacia la puerta del ómnibus para bajar y "volver a su hogar".

lunes, 8 de junio de 2015

Un amor fatal: El Cristiano y la Mora Una leyenda de la Vieja España

En los tiempos en que los árabe todavía gobernaban en partes de Espanña, allá por el año 1445, vivía en Sevilla un modesto comerciante de telas, llamado Aben-Jesuf, ya entrado en años y viudo. Vivía con su hermosa hija llamada Zoraya.



El negocio de Aben-Jasuf le daba para atender a sus necesidades y vivía contento, porque había podido dar una vida cómoda a su hija, que había crecido lozana y hermosa como pocas en Sevilla. A pesar de estar contento con su suerte, Aben-Jasuf era un hombre adusto, de pocas palabras y de pocas sonrisas. Contrario al carácter de su hija que siempre fue una niña alegre, vivaracha y amorosa y atenta con su padre.. Pocas veces acompañaba Zoraya a su padre en los negocios, pues casi no salía de su casa, pero siempre que aparecía en la calle, tanto árabes como cristianos admiraban su belleza, de hermosas y atractivas formas aunque aún no llegaba a los 18 años; pero sobre todo les atraían aquellos fascinantes ojos negros de mirada profunda y misteriosa, llenos de promesas de amor y pasión. Sobra decir que su padre la cuidaba con el celo con que se protege una joya valiosa.
Zoraya no sabía de las cosas del mundo, más que lo que su padre le contaba, y no conocía más tierra que de la calle de su casa a la tienda y bel cielo que veía desde el patio de su casa. Para los árabes había dos cosas sagradas: el Corán y las mujeres. Y el padre de Zoraya, aunque confiaba en la bondad natural de la joven y sabía que era una muchacha virtuosa, no descuidaba su casa. Por eso cuando empezó a notar cierta tristeza en su hija, falta de apetito y unas ojeras que afeaban sus lindos ojos y el color brillante de su rostro, pensó que alguna extraña enfermedad la acosaba. Lejos estaba de pensar Aben-Jasuf que aquellos síntomas fueran de enamoramiento., tenía que ser un problema de salud y buscó auxilio. Pero las atenciones del médico no la pudieron mejorar. La fiebre le subió altísima y la joven cayó en un letargo del que nunca despertó. Alá lo quiso, murmuraba el desventurado Aben-Jasuf con frases entrecortadas por el llanto.
Pasaron los días, pero no la pena, hasta que un día encontró fuerzas para entrar al cuarto donde murió su hija, que había estado cerrado desde entonces. Largas horas pasó en esa habitación y al fin se lo vio salir con el rostro demudado. Cerró su tienda y se dirigió al Alcazar. "Necesito ver al Rey _ le dijo al Alcalde_ Vengo a pedir justicia."
Gobernaba en el Alcazar de Sevilla el Rey Ebu-Abed, hombre poderoso, noble y justo. Cuando Aben fue recibido, con mucho respeto y gran dolor expuso ante el rey que en un cofre de su hija había encontrado varias cartas, de donde concluía que su hija había preferido morir a fin de evitar a su padre la vergüenza de verla deshonrada. Una de las cartas decía:Por Alá te pido no hables de morir. Dices que es muy tarde y que tu resolución está tomada, pero debes de saber que si alguna afrenta a causado mi amor, yo estaría dispuesto a lavarla con mi sangre, pero tú no debes morir, Zoraya mía". Muy clara estaba firmada por Abu-Zaid.


_ Señor _ decía Aben _  A tus plantas me he arrojado escondiendo el rostro que enrojece el deshonor. Haced que me levante con la promesa y seguridad de que la sangre del malvado borrará la deshonra, ya que no puede borrar la amargura de mi alma.
El sultán le aseguró que se haría justicia, y después de algunos días, por fin se pudo encontrar al hombre que se llamaba Abul-Zaid. Era un joven de arrogante figura, que cuando supo de que se lo acusaba aseguró que nunca en su vida había visto a la hija del comerciante, mucho menos haber tenido trato con ella, y que apenas había llegado a la ciudad donde antes nunca había estado. Pero sus alegatos fueron inútiles. La orden del Rey fue que lo decapitaran en público, una vez que se hubiera pregonado su delito, para que sirviera de escarmiento a todos en Sevilla, tanto a árabe como a cristianos.
Cuando llegó el día en que se cumpliría la sentencia, la plaza estaba colmada de personas poseídas por el espanto. Si el Rey lo ordenaba, esa era la voluntad de Alá.
Trajeron al reo que gritaba su inocencia. El sol destellaba en la cimitarra del verdugo, pero cuando el oficial iba a dar la orden...se oyó el tropel de un caballo que se acecaba atropellando a los que le estorbaban. Era un español gritando en árabe:"¡Alto, por el amor de Dios,alto!"
Nadie entendía lo que sucedía. El perdón no podía ser, la justicia era inflexible y en todo caso no sería un cristiano el mensajero del sultán. De entre la multitud se acercó Aben-Jasuf e interrogó al caballero.
_¿Qué traes cristiano, por qué en nombre de Alá pides la vida de este infame que olvidó nuestras leyes y ultrajó mis canas?
_Aben-Jasuf_contestó el español_ este hombre es inocente. Lejos de Sevilla me encontraba  cuando me enteré que iba a ser ejecutado un hombre inocente. Que lo sepan todos, que lo sepa tu Rey y tu justicia. Yo fui el que sedujo a Zoraya, yo el que escribió esas cartas creyendo inventar un nombre puse el de este infeliz al que ha condenado la ley de la tierra, que a veces se equivoca; pero a mí me ha condenado mi conciencia y esa nunca se equivoca.
Los dos fueron llevados ante el Rey que admiró el valor del cristiano. Dejó en libertad a Abu-Zaid, y al cristiano lo mandó a la cárcel. A los tres días cuando fueron a buscarlo, se encontraron con que había escapado.
El viejo Aben-Jasuf ya no pensaba tanto en la venganza, todos esos acontecimientos y la tristeza lo estaban acabando. Cerraba temprano la tienda y se recogía en su casa. A los pocos días de la desaparición del cristiano, una noche en que el comerciante metía la llave en la cerradura de la puerta de su casa, sintió que algo rozaba su turbante con insistencia, volteó a todos lados y no vio ni escuchó nada, de manera que no le dio importancia. Entró y cerró la puerta. Pero al día siguiente, los madrugadores vieron sobre la puerta de Aben-Jasuf, pendiente de una cuerda, atada a las rejas del balcón del cuarto de Zoraya, el cuerpo del cristiano prófugo, con un escrito asido en su mano: "Justicia que hace a sí mismo un noble hijo de Castilla. Zoraya no debió morir por mi culpa, yo debí haber muerto por ella".
La leyenda cuenta que el Rey, impresionado por el valor del castellano, mandó que su cuerpo fuera enterrado con todos los honores.